Un ciclo oscilante


Un Ciclo Oscilante

Este poemario, más allá de poseer homenajes que desconozco si llegarían a satisfacer a los mismos homenajeados, tiene como título una modesta síntesis del contenido; porque si bien poseemos todos nuestro ciclo, el de la vida y la muerte, cada uno lo experimenta de distinto modo. Y este, concretamente, sería un breve repaso a uno de esos incontables ciclos oscilantes.

Índice

I. Hoy brillan como nunca las estrellas…

II. ¿Puede, acaso, enamorarse…

III. Vivió para ser el rey de los juegos …

IV. Del arte una de las caras…

V. Hallábanse por fin listas mis maletas,…

VI. Yo sé de un mundo en donde dos cuerpos…

VII. Apareció de la nada…

VIII. ¿Es cierto aquello que los labios dicen?…

IX. Por encontrarme esta noche…

X. Vese mi rey melancólico, …

XI. No existe en el mundo mayor dolencia…

XII. Dices que nada te importa, …

XIII. Quisiera comerme el mundo, …

XIV. Juguete roto con el que todos juegan,…

XV. ¿Cómo al amor que ofreciome…

XVI. Ojalá algún día logre usted …

XVII. Si creyó Bécquer en Dios…

XVIII. De la divina saeta…

XIX. Tú me diste lo que yo más amo…

XX. Siéntote cada vez que me tocas …

XXI. Del empíreo las rielantes estrellas…

XXII. Hoy quiero contarte un cuento…

XXIII. Sólo anhelo que algún día…

XXIV. Levad anclas, caballeros, …

XXV. No te tengo entre mis brazos,…

XXVI. Hoy vengo a relatar una historia…

XXVII. Vida mía, te entrego de mi sonrisa…

XXVIII. «¿Veíase de qué forma el abuelo?», …

XXIX. Dices que no alcanzarás a volar nunca…

XXX. Cierto es que soy un tanto torpe, …

XXXI. Es tu gracia de guerrero…

XXXII. Si en tu pecho conocieras…

XXXIII. Espero sepa usted…

XXXIV. Yo solamente pido…

XXXV. Su luz me ilumina;…

XXXVI. Almas que constantemente en batalla…

XXXVII. Hay quien ansía vivir…

XXXVIII. Sorpréndense las personas…

XXXIX. No sé cómo puede ser…

XL. Hoy no soy igual que ayer…

XLI. ¡Cuán lacrimoso resúltame…

XLII. Una vez, tan sólo una vez, …

XLIII. Pobre rosada rosa, ¡mírala!, …

XLIV. Entrose, sin desearlo, un gatito en la p…

XLV. Un hombre de carácter legionario,…

XLVI. Dos ánimas en vejez prematura,…

Notas finales

I

Hoy brillan como nunca las estrellas
porque te vieron los cielos nacer,
viéronte hace ya años entre las flamas
cuando el bochorno del estío fue.

Yo, que soy de una estación contraria,
al través de mi hálito, con mis plácemes,
aúno tu calor y mi frescura
por brindarte aqueste poema a ti.

II

¿Puede, acaso, enamorarse
el ánima de otra alma
que entre los cielos deambula,
que en el invierno extinguiose

bajo la luz del eclipse
cual céfiro que en la boca
apágase con caricias?
¡Dime que en verdad sí puede!

¿Pueden, por casualidad,
soñar los rubíes pétalos
con los roces de un quimérico
beso, soñar que sus hojas

besan a una antigua amiga
que jamás han conocido,
que expiró hace años tantísimos?
¡Di! ¡Yo deseo que puedan!

¿Puede codiciar el cuerpo
un cuerpo que ya no existe,
que siglos atrás tornose
en la esencia de los astros?

¿Puede, acaso, distinguirse
entre las voces la voz
de alguien que nunca ha hablado,
que en su garganta posee

música en vez de vocablos?
¡Dime que en verdad sí puede!
¡Dilo, porque está ya al borde
de secarse mi cerebro!

III

Vivió para ser el rey de los juegos 
y murió a solas entre tiburones.
Cómo alguien que era tan apreciado
sumergiose en ese abismo insondable
sólo puede explicarse de este modo:
haciéndose entre las aguas un héroe.

IV

Del arte una de las caras
más dulces que háyanos dado
el cielo, la más fuerte ánima
que a todos ha encandilado.

Y ya su psique descansa
en ese paraje hermoso
allende el mar y la estrella
que acógenos en su seno,

mas de su voz candorosa
seguirá el icónico eco
sonando por todavía
en la tierra y el firmamento.

V

Hallábanse por fin listas mis maletas,
vacíos los armarios y de mi marcha
las explicaciones vagamente escritas
sobre el amarrido lecho de mi alcoba.

Aún sentía la tinta de la pluma
recorrer de mis dedos la piel dañada;
era consciente de que no entenderían
el motivo que me condujo a mi fuga,

pero en aquel instante me convenía.
En alcanzar la estación tardé unas horas,
y entonaron los cielos una sinfonía
triste al mohíno compás de mi llegada.

Pronto, de las nubes descendió la lluvia,
y las gotas que sobre mi faz caían
parecíanme extrañamente gustosas,
cual si alguien tratara de envolverme toda

entre el calor de su manos hogareñas.
Hacíase el frío allende mis quimeras
a cabalidad el dueño de la atmósfera,
mas veíame por entero incapaz

de sentirlo bajo esas aguas hipnóticas.
Encontrábase inmóvil mi cuerpo mientras
el camino sobre mi tez contemplaba,
el camino de las gotas que caían

en aquesa mi piel por siempre dañada;
y sólo de él la aparición repentina
logró que yo de mi trance me evadiera.
Él, el mismo que impulsó mi silente huida,

el motivo que me condujo a mi fuga,
acercose sonriente, y con ternura
abrazome cual solamente se abrazan
a los infelices reclusos que acaban

de salir de aquesa su imbatible jaula,
acercose él y me abrazó con ternura
bajo el inagotable ardor de la lluvia.
—Al fin lo logramos —fueron sus palabras.

—Podré cumplir de mis labios la promesa.
Y al través del castaño de mis pupilas
brotó entonces la emoción acumulada,
como si hubiera sido su voz melódica

el detonante de una erupción volcánica.
Escapáronse de mis ojos las lágrimas
y apoderose el frío de mi figura;
acarició él con la mano mi mejilla,

y era semejante su roce a las gotas
ardientes de la lluvia que sin cesar
caía y caía, caía y caía…,
que vehemente caía sin cesar.

¡Qué gloriosa sensación fue la mixtura
de mi gélido rostro con las caricias
de su tacto! Era como de una dádiva
el advenimiento que de ha años se aguarda.

VI

Yo sé de un mundo en donde dos cuerpos
juntos bajo el paraíso danzan,
y es la cadencia de sus besos
una pasión que arde entre las llamas.

Yo quisiera vivir esos gozos;
quisiera perderme entre caricias
en tanto alrededor de nosotros
perece el mundo bajo centellas.

VII

Apareció de la nada
y al instante, cual magnéticos
ojos que emergen del mar
en calma, bajo mi espíritu,

se embravecieron las aguas;
eran tan fieros sus cursos
que hacia el fondo me arrastraban,
semejante a los destellos

que en noche mortal y plena
conducen a los infiernos.
Yo hice frente al fantasma
creyendo poder vencerlo,

y ahora soy esa presa
que trata de huir sin éxito,
que por todavía escapa
de su cazador impío.

Y ahora siento en mi cama,
cada vez que yo me duermo,
de sus labios las caricias
y los besos de su cuerpo.

Y siéntelo todo mi alma
desde que muda el color
del cielo hasta que en la orilla
preséntase el sol de nuevo.

VIII

¿Es cierto aquello que los labios dicen? 
¿Es verdad que pueden entre los sueños
encontrarse dos almas diferentes?
Porque cuando se adueña de mi cuerpo

la fatiga y mis ojos pardos duermen,
cuando se entra la noche en este mundo,
paréceme que te vislumbro a ti,
cual hipnótica imagen de un espectro

que al instante anuncia mi presto fin.
Seducción; ineludible, el impacto.
¿Cómo evitar caer por la pendiente
donde peligra el oscilante juicio?

Y ahora todo cuanto ven mis iris
al través de los oníricos mundos
hacia él me arrastra de piedad carente,
hacia el hombre agorador y quimérico

que a perpetuidad me pierde, me pierde...
¡Ayuda! No logro huir de sus encantos.

IX

Por encontrarme esta noche
acompañando tu cuerpo,
por navegar de la piel
los ardientes recovecos,

consagraría a los dioses
de mi alma los más preciados [sentidos].

Por degustar la simiente
que brota del tuyo sexo,
por experimentar el roce
de un embate impetuoso,

consagraría a los dioses
de mi ser los más lascivos [ensueños].

Por trazar en el soporte
la conexión del lienzo
y reventar los colores
que forman el paño entero,

consagraría a los dioses
de mi cordura el postrero [vestigio].

Por despertarme en la muerte
acompañando tu cuerpo
y columbrar entre el Goce
la decadencia del cosmos,

consagraría a los dioses
mi vida cual sacrificio.

X

Vese mi rey melancólico, 
¿qué le acontece a mi rey?
yo puedo darle al señor,
con tal de verlo feliz,

la Luna que entre lo oscuro
rutila en el horizonte
y que al través de los piélagos
refleja dichas sin fin.

Vese mi rey melancólico,
¿qué le acontece a mi rey?
Yo puedo apartarle al dueño,
con tal de verlo feliz,

la luz que hiere su rostro
por esos pérfidos roces
y que al través del dolor
le impide a sus ojos ver.

Vese mi rey melancólico,
¿qué le acontece a mi rey?
yo puedo brindarle al amo,
con tal de verlo feliz,

las notas que entona el cuerpo
cuando con otro se funde,
de las aguas el concierto
que desemboca en placer.

Vese mi rey melancólico,
¿qué le acontece a mi rey?
Yo, con mi corazón roto,
prefiero lata el de usted.

XI

No existe en el mundo mayor dolencia
que ver unos bellos y grandes ojos
anegados en exicial tristeza.
Quisiera alcanzar a infiltrarme en ellos

para extinguir del interior la pena,
para que al través de un único guiño
rutile en el exterior la alegría
y esfúmese el deletéreo cansancio

cual las nubes sobre el cielo se esfuman.
¿Mas por qué nos resulta tan hipnótico
contemplar el dolor en la belleza?
¿No me creéis? Fijaos, pues, en sus ojos,

en esos ojos colmados de lágrimas,
lágrimas invisibles que entre el pecho
se incrustan como la fatal idea
que envicia todo más allá del cuerpo.

Son tan bellas y excelsas sus pupilas...
¡Parece existir tras ellas relatos
miles de triste erótica fantasía!
¿Algún día me serán revelados?

¿O moriré sin nunca saber nada,
donde rodee mi tumba el olvido?

XII

Dices que nada te importa, 
mas todo en silencio sufres.
Piensas que nada te afecta,
mas todo al resto le duele.

XIII

Quisiera comerme el mundo, 
pero vese tan pequeña
mi boca que antes el mundo
gigante me comería.

Quisiera ofrecer mis juicios,
pero advierto es limitada
la listeza de mi espíritu.

Quisiera escribir historias,
pero son torpes mis dedos
y siento que mi alma toda
carece del tal talento.

Quisiera que él vislumbrara
lo que ya dio por perdido
por que vea que sí importa.

Yo quisiera que él de nuevo
algo en su interior quisiera
por que tornen los latidos
a tocar su aria amorosa.

XIV

Juguete roto con el que todos juegan,
fingida risa para que todos rían;
y ese cuerpo, aparentemente impertérrito,
bien conoce en el alma que lo utilizan.

XV

¿Cómo al amor que ofreciome
por nada su ente todo
fui yo capaz de crearle
perlas de suplicios tantos?

Por un delirio quedeme
ciega y con roces ajenos,
tórridos aunque falaces,
quiso mi vehemente cuerpo

cambiarlo por una noche.
Si bien mis disculpas, obvio,
no resultan suficientes,
pues conozco que te he herido

do es el daño irreversible,
hállome dispuesta a todo
por que tu alma me perdone.
Y aunque sé no lo merezco,

y aunque sé no lo mereces,
gustaríame a lo menos
en el oído decirte
que desde siempre te he amado.

XVI

Ojalá algún día logre usted 
perdonarme; y si no me perdona,
a lo menos permítame hacerle
el hombre más feliz de la Tierra.

XVII

Si creyó Bécquer en Dios
al punto en el que juntose
su mirada con la dulce
mirada de tal su amor,

yo, que a cada punto júntase
mi mirada con la dulce
mirada de tal mi amor,

siento que directamente
me he arrodillado ante Dios.

XVIII

De la divina saeta
el acertado destino
por entre las nubes surca
en este día romántico;

encima de todos vuela,
y así lo aseveran muchos,
por excitar en sus ánimas
esos amores estáticos.

Alcanzonos la saeta
en los corazones nuestros
ha ya tantas primaveras,
cielo, que apenas memoro

lo que es vivir este día
sujeta al amor estático.
Ojalá las primaveras
aumenten en tanto nuestros

corazones envejezcan
bajo la bóveda juntos,
pues que deseo alcanzar
en aquesta mi alma un punto

donde olvide la memoria
en este día romántico
ser desde el corazón la ama
de esos amores estáticos.

XIX

Tú me diste lo que yo más amo
y a fuer de ello te ofrecí mi amor,
una emoción que nunca podrá
alcanzar de tu presente el don.

Y si bien se conoce que yo
de enantes te amaba he de decir,
no obstante, que de mi corazón
crecieron y crecieron las sístoles

tras comprender la magia que en mí
con tu preciosa gracia nació.

XX

Siéntote cada vez que me tocas 
pese a no haber salido aún
del tierno refugio que me ampara;
y son tus caricias semejantes
a ese bálsamo que todo cura,
a ese milagro del firmamento
que hace de todo ilusiones mágicas,
que debido a su calor convierte
un baldío universo en estrellas.
¿Cómo, entonces, aun hallándome
en el tal refugio que me ampara,
no habrían mis latidos de amarte
al compás de su celeste música?

XXI

Del empíreo las rielantes estrellas
éntranse oblicuas por los tragaluces,
y parecen sus candorosos haces
vida que hácese entre pasiones bellas,

esa vida que aguardan las doncellas
en tanto dícenle al Señor sus preces
y en verso a la vida narran con creces
los tiernos deseos de sus centellas.

Hállase mi alma perdida en el tiempo
deseando centrarse en educar
a esa vida que de mi vida el ampo

pretende cual tal doncella aguardar,
y esos haces que iluminan el campo
de mis sueños no hacen más que llamar.

XXII

Hoy quiero contarte un cuento
que, aunque parezca mentira,
es más real que mi escrito:

y es que vi la tuya imagen
al través del firmamento,
durante una clara noche,

bajo el agua del estío.
Y así como vislumbré
tu hermosa faz en el cielo,

hízote Dios ante mí
de carne visible y hueso.
Contigo me entrevisté

en mis más laudables sueños,
y deshizo Él la distancia
que nos separaba a ambos.

XXIII

Sólo anhelo que algún día
seas consciente de todo
cuanto has logrado por mí;
dite entre el amor la vida,
mas tú me libraste, cielo,
de entre el dolor sucumbir.

XXIV

Levad anclas, caballeros, 
pues aqueste fabuloso
viaje apenas principiamos.
Está en las mientes de muchos
arrebatarme el tesoro,
esa existencia que bajo
mi propio cofre custodio
y que bríndame la vida
con su vida, esa vida [valorada]
allende el valor del oro.

¡Atrás todo aquél que ose asaltar mi barco!
¿Mas qué percibo? ¡Risas! ¿Creéis que os tememos?
¡Dudencos! Izamos del amor la bandera
y hállase el Dios genuino de nuestro lado.

Más brillante que el lucero
más cegador del espacio;
más precioso que la joya
más apreciada del cosmos;
más salubre que la cura
más eficaz del empíreo...
Todo aqueso y mucho más
es el tesoro que yo
en aqueste mi interior
guarezco con tanto ahínco.

¡Atrás todo aquél que ose asaltar mi barco!
¿Mas qué percibo? ¡Risas! ¿Creéis que os tememos?
¡Dudencos! Izamos del amor la bandera
y hállase el Dios genuino de nuestro lado.

Algún día alcanzaremos,
ya lo verás, el destino
que entre los sueños soñamos;
algún día rielarán
ante mí de tus pupilas
las luces vibrantes cientos,
cual riela ese brillante [brillo]
del diamante en bruto bajo
la contiosa arena del [desierto]
enterrado, sí, enterrado...

(Enterrado bajo la contiosa arena del desierto del diamante en bruto ese brillante brillo.)

¡Atrás todo aquél que ose asaltar mi barco!
¿Mas qué percibo? ¡Risas! ¿Creéis que os tememos?
¡Dudencos! Izamos del amor la bandera
y hállase el Dios genuino de nuestro lado.

XXV

No te tengo entre mis brazos,
aún no sé tu mirada;
y ya conoce mi espíritu
que por ti silenciaría
del corazón los latidos
y de mi vida la llama,
con tal de saberte sano,
con tal que tus labios rían.

XXVI

Hoy vengo a relatar una historia
de inspiraciones miles colmada,
de hálitos que diéronme esperanza
cuando creíame yo perdida.
Y ya que tú me diste la vida,
ya que eres de mi escrito la musa,
suspiro y póngome de rodillas
por entregarte aquesta mi pluma.

Su aparición fue como del sol
el brillante rayo que los ojos
ciega con su calor irrestricto,
el fulgor que alimenta a unos y a otros
pues que todos merecen su amor,
ese cielo perenne e infinito.
Sólo él pudo sacarme del pozo
con ese su ilustre advenimiento.

No me avergüenza decir que lo amo;
lo amo, sí, pese a no conocerlo.
Y no es que no lo conozca yo
porque yo no quiera conocerlo,
sino porque he de aguardar un tiempo
hasta que al fin se crucen los ojos
luego de acontecer el milagro.
Te amo tanto, mi gran guerrerito...

Y ya las mejillas han dejado
de sonrojarse con ese rojo [del miedo],
pues cantan su música los labios
confiados al través del viento
y confiesan lo muchísimo que [lo amo]
a Él por bendecirme contigo,
lo muchísimo que amo a mis seres [queridos],
a aquellos que aunque ya no respiran
me abrazan con sus etéreos brazos.
No sé si son conscientes de todo
cuanto todos ellos por mí han hecho.

XXVII

Vida mía, te entrego de mi sonrisa
el nevado por que tus ojos no lloren.
Alto y sapiente cielo, te entrego el alma
para que el alma de mi futuro salves.

XXVIII

«¿Veíase de qué forma el abuelo?», 
me preguntas al través de esa su misma boca,
de esos pétalos lábiles que a su flor se anclaron
hasta que diose en ellos la caída postrera,

de esa alegre melancólica rosa de fuego
que angostose enantes de alcanzar la primavera,
aquella primavera helada en la que recibimos
del optimismo y el niño Dios la llegada.

«¿Veíase de qué forma el abuelo?»,
inquieres con la misma luz de sus pupilas,
esas rutilantes esferas que en su interior
custodiaban de soles cientos la fortaleza,

el abstruso carácter que otorga a un mismo tiempo
la virtud del niño y de los años la experiencia.
¡Cuán triste resultome contemplar en el cosmos
la ineluctable paulatina muerte entre lágrimas!

«¿Veíase de qué forma el abuelo?»,
dices en tanto te mueves como él se movía,
con aquese fuerte donaire característico
de los caballeros curtidos en mil batallas,

ora principiadas por defender al inválido;
ora por volverle la vida a una princesa
al través del amoroso roce de los pétalos
(de los pétalos lábiles que a la flor se anclaron
hasta que diose en ellos la caída postrera),
al través del choque primero de las pupilas
(esas rutilantes esferas que en su interior
custodiaban de soles cientos la fortaleza).

Y si bien es cierto que era el mejor caballero,
más digna de mención hacíase su dulzura:
porque era de los demás la sonrisa el objeto
desvivíase él e inició Luzbel sus contiendas.

«¿Veíase de qué forma el abuelo?»,
indagas con tu innata curiosidad de párvulo
sin ser consciente de que yo ya te he contestado.

XXIX

Dices que no alcanzarás a volar nunca
porque carece tu humano cuerpo de alas;
mas hágote entrega de la libertad,
que es en realidad lo mismo, por que puedas
al fin cumplir con tus sueños y fantasías,
por que puedas tantear, reír, llorar
y recorrer el mundo entero con ella.

XXX

Cierto es que soy un tanto torpe, 
que a veces peco de terca
y de buena acabo en zote;
apenas consigo recta
con ambos pies mantenerme
sin que en el ritmo se pierdan
los grandes pasos de baile.
Así, como son las letras
las solas con las que pueden
mis dátiles idear
un algo medio decente,
sin ser excelente nunca,
permíteme dedicarte
mi alma, mi existencia toda,
a través de ese increíble
arte que la gente llama...
¡Caray! ¿Cuál era su nombre?
¡Ya recuerdo! ¡Poesía!
Dije que soy un tanto torpe,
que a veces peco de terca...
¿Ves cómo he acabado en zote?

XXXI

Es tu gracia de guerrero
y poeta, como los grandes,
¿Me preguntas el porqué?
¡Son los motivos asaces!

El día en que dite cuerpo
a la vida te aferraste,
sabiendo que era tu norte
vivir por resucitarme.

Es tu gracia de guerrero
y poeta, como los grandes,
¿Me preguntas el porqué?
¡Son los motivos asaces!

El día en que dite cuerpo
entonaron las canciones
su música nuevamente
porque tú las inspiraste.

Es tu gracia de guerrero
y poeta, como los grandes,
¿Me preguntas el porqué?
¡Son los motivos asaces!

El día en que dite cuerpo
de mi cálamo las voces
pudieron al fin fugarse
por mil historias contarte.

Es tu gracia de guerrero
y poeta, como los grandes,
¿Me preguntas el porqué?
¡Pues ahí todos los tienes!

XXXII

Si en tu pecho conocieras
lo muchísimo que te amo,
aunque sólo un poco fuera,
quedarísete corto
el brillo de las estrellas.

Si otearas con tus ojos
lo que mi psique te adora,
aún siendo una porción,
quedaríasete en nada
de las llamas el calor.

Si tu ánima percibiera
que hállase mi ser dispuesto
a morir con tal de ser [de tu ser la salvadora],
haríasete el oscuro
de las noches solitarias

menos intratable y malo
por que tus pupilas duerman.
Ahora duerme, hijo mío,
que ahí estaré en tus quimeras
creándote un paraíso.

XXXIII

Espero sepa usted
dispensar mi extravío,
pues que bien reconozco
que encontrándome débil
me guie por el odio,
y de todo lo bueno
que diome usted a mí
olvidéme en un soplo.
¿Se puede compensar [acaso]
tantos años perdidos?

XXXIV

Yo solamente pido
para que allá en los cielos
se conceda a los muertos
cuanto en sus vidas no hubo,
que el ánima descanse
lo que en su lar no pudo
descansar ese cuerpo.

Hagámosles nosotros
el favor en el ínterin
de jamás olvidarlos,
pues si viven las mientes
en nos vivirán ellos,
esos íngrimos entes
que en la distancia a todos
desde el cielo entrevén
y transitan de incógnito.

¿Puédese agradecer
aquello que no observan [los ojos]?
¿Se puede devolver
el favor al espíritu
que por todavía une
esos lazos humanos,
que socorre por siempre
nuestros males continuos?

(Que no se los olvide.)

XXXV

Su luz me ilumina;
y yo le suplico
entre tristes lágrimas:
de mí no la aparte,
pues que hareme ciega.

XXXVI

Almas que constantemente en batalla
se encuentran, que en esa lucha incesante
dedícanle una sonrisa a la vida:
anégase por ustedes mi pluma
en la tinta y ofréceles poesía.

Almas que combaten en la arena
donde trata de resistir el cuerpo
al lado del éter que se evapora:
anégase por ustedes mi pluma
en la tinta y ofréceles poseía.

Almas que de ha tiempo a la realidad
se enfrentan, que no conocen descanso
y sólo quieren seguir en la tierra:
anégase por ustedes mi pluma
en la tinta y ofréceles poesía.

Almas conscientes de que esas sus horas
no hanse consumido aquí todavía,
que desvívense por vivir la vida:
anégase por ustedes mi pluma
en la tinta y ofréceles poesía.

XXXVII

Hay quien ansía vivir
eternamente en la tierra
aunque solos para siempre
quédense entre la penumbra;

yo escojo una eternidad
en el cielo junto a aquellos
que ya en el mundo residen
solamente entre recuerdos.

XXXVIII

Sorpréndense las personas
cuando a su «¿y de veras crees?»
respondo mi «más que nunca»;
y, no obstante, hállome yo
en mayor grado de duda
una vez siento en mi tez
de esa gente la sorpresa.
¡Naturalmente que creo!
¡Pues cómo! ¿Por qué no iba?
Pese a estas cicatrices
que mi cuerpo entero adornan
como el acuoso recuerdo
de un cuento que nunca cambia;
pese a los lances pretéritos
que estos mis hombros perfuman
como el lejano susurro
de un daño que no se olvida;
pese a los muchos embustes
que por excusarse acaban,
ora porque ya no aflige [el recuerdo];
ora porque al fin deseas
que no te siga afligiendo.
—¿Y de veras crees?—, preguntan.
—Más que nunca—, respondo.
—¡Pues cómo! ¿Por qué no iba?
¿Por qué no iba a creer
cuando aguardo la llegada
de un divo y sano lucero
en aquesta mi grande andorga?

XXXIX

No sé cómo puede ser
posible que habiendo tanta,
tanta, tantísima gente
que allende lo material
en tal su interior percibe
lo que yo percibo ahora,
después exista a su vez
allá do lo celestial
de todo valor carece,
el pensamiento de tanta
tanta, tantísima gente
que no ve como un problema
del corazón detener
los latidos que la vida
en nuestro interior ofrece,
de esos latidos la música
que nuestros ritmos revive.

XL

Hoy no soy igual que ayer
y mañana tampoco
lo mismo que hoy seré.

¿No trata la vida, acaso,
de aquestas transformaciones,
de ser cual fluviales rumbos?

Desde ha tiempo aquellos que dicen
no haber en sus mientes cambiado
entera mi confianza pierden.

Yo lucho a contracorriente en el piélago
por medrar mi ánima a cada instante,
por analizar cuanto he pasado.

Así pretendo revelar los males
que en la senda de mi joven espíritu
he creado, queriendo o sin querer.

Quizá algún día cúmplase mi deseo
de ser aquesa alma buena e inteligente
que merécese mi familia tantísimo.

Y si es cierto que resulta casi imposible
ser lo mejor de la vida en cualquier terreno,
al menos con ser mejor persona confórmome.

XLI

¡Cuán lacrimoso resúltame
la gente que a perpetuidad
intenta arrebatar de estas
cristianas celebraciones

los hechizos de bonanza!
¡Figúranse que todo es
consumo, aflicción, mentira,
que los muertos ya no vuelven

y que no volverán nunca!
Tratan una y otra vez
de desprestigiar su nombre,
mas no tratan de entenderla,

cual mal alumno que excúsase,
por no estudiar la materia,
en el supuesto docente
que tiénele gran manía.

Navidad, que es tal su nombre,
vístese en cada sonrisa
de cada niño que aguarda
bajo el árbol su presente;

Navidad lleva en su gracia
la ocasión de entrevistarte
con aquellos que más amas,
porque existen más amores,

porque no es sólo la sangre
lo que ha de regir la vida.
Hácenos la Navidad,
no deseándolo a veces,

mucho mejores personas,
pues la magia del instante
inspíranos más a dar
que a recibir las mercedes.

Es de algunos negativa
la opinión, no sé por qué,
de lo que ahora dispóngome
a escribir entre estas hojas:

y es que Navidad también
hace tradición atávica
la alegría de la gente,
de los rorros la llegada

y las galas musicales;
los abrazos de familia,
del interior las disculpas
y el cándido son de infante.

¿Por qué ha de ser tan nefanda
una vetusta costumbre
que los tiempos paraliza,
que a todos bajo el cielo une,

vivos y del ser las ánimas,
creyentes y no creyentes,
y que a todos nos ampara,
ampáranos en la noche?

XLII

Una vez, tan sólo una vez, 
soñé entre sueños que soñaba
que dormida tenía un sueño
en el que tus sueños se hallaban.

Una vez, tan sólo una vez,
tracé entre trazos que trazaba
que absorta dibujaba trazos
en los que tus trazos se hallaban.

Una vez, tan sólo una vez,
vite al fin en la realidad;
y fue de mi vida el momento
en do volvime a enamorar.

XLIII

Pobre rosada rosa, ¡mírala!, 
nadie parece percatarse
en los sucesos que acaecen
allende lo superficial.

Siempre es lo mismo en el lugar:
todos ven la flor al instante,
todos la ignoran al pasar.

Céntranse en otra linda parte
los ojos y nadie sabe
que tácitos sollozos llora,
que lento se marchita más.

Pobre rosada rosa, ¡mírala!,
nadie parece percatarse
en los sucesos que acaecen
allende lo superficial.

Sé que ese su color se pierde
en el tiempo, que esa su fuerza
con cada alborada deciende.

Y se extravían de la rosa
los pétalos entre las hojas
por que el fuerte viento los lleve
y principie sus tempestades.

Pobre rosada rosa, ¡mírala!,
nadie parece percatarse
en los sucesos que acaecen
allende lo superficial.

Siempre es lo mismo en el lugar:
todos ven la flor al instante,
todos la ignoran al pasar.

Sé que ese su color se pierde
en el tiempo, que esa su fuerza
con cada alborada deciende.

Pobre rosada rosa, ¡mírala!,
nadie parece percatarse
en los sucesos que acaecen
allende lo superficial.

XLIV

Entrose, sin desearlo, un gatito en la playa
porque habíase extraviado entre gente tanta;
y una vez quedó del lugar el vigor vacío,
acercose silente una sirena al gatito;
pues que habíalo visto en lontananza al través
de sus verdes ojos, al instante devorole
la pena y salió por primera vez del océano.
Eran sus guedejas semejantes al color
de un firmamento claro, dorado y transparente,
cual si viérase entre sus hilos el sol naciente;
vestía de sus faces el rojo la inocencia,
la inocencia del párvulo oculto que jamás
concibió existencia alguna allende su aposento;
mas, ¡ay de la pobre sirena!, como en el sitio
do debían los canos pies pequeños hallarse
encontrábase una cola de brilloso peje,
apenas alcanzó a moverse y quedó atrapada
entre de la arena los granos y de las olas
el mar vehemente, poderoso, embravecido...
Viola tan cubierta de horrífica agua el gatito
que asustose y se le erizó de pronto el pelaje;
trató la sirena de tranquilizarlo, ¡pobre!,
pues que sólo ansiaba ayudarlo a volver a casa,
pero púsose más nervioso el felino y en la haz
bufole cual si fuera ella un terrible vestiglo.
Como si hubiera reaccionado el mar al bufido,
dejó en la arena varada una ola gigante
a la infeliz sirena y abandonola a su suerte.
Entonces, cuando hallábanse las félidas patas
a punto de principiar de su baile la marcha,
cuando sintiose durante un instante seguro,
atisbó el gatito en los verdes ojos acuáticos
los ojos verdes de él, la misma emoción hiriente
de soledad y espanto que su aliento inundábale.
Si en la playa extraviose él entre gente tanta,
perdiose ella en la arena por culpa de las olas.
Así pues, decidió afrontar sus miedos el gato
y ayudó a la sirena a retornar al océano;
ya dábale igual por entero en la mar mojarse,
ya no le importaba de aquesa moña el origen,
ni aunque viniera de las más insondables aguas,
pues que entendió que entre esas dos diferentes formas
hallábase de las cuitas el hado común,
los sentimientos mismos de desamparo y horror.
Y una vez rozaron de la sirena los dátiles
su acuoso, apacible y seguro hogar nuevamente,
diole ella las gracias y prometiole al gatito
que, como se halla el agua en todas partes del mundo,
así en todas partes del mundo se encontrarían.
¡Quién sabe los lances que les asignó el mañana!

XLV

Un hombre de carácter legionario,
el verdadero novio de la muerte,
conocido es por todos su semblante,
mas a todos él cierra su interior.

(¡Horrífico tópico de seres humanos!)

Enantes decían que daba miedo
porque era su voz una voz reinante;
ahora aseveran que se halla triste
porque es su voz una voz sobre llanto.

(¡Qué hermoso recuerdo el de su inexistente melena bailando al compás de La carretera al infierno!)

Jamás hablarán sus labios de seda;
pues mantiene el intangible castillo
bajo llave sus cuantiosos enigmas.

(Sin embargo, sin quererlo…)

Yo hallé la arcanidad de sus adentros
escondida entre mis labios de seda:
es la distancia quien lo está apagando.

(Y a mí también.)

XLVI

Dos ánimas en vejez prematura,
dos canciones cantadas al unísono,
dos eternos amores floreciendo
erradamente sobre la gehena.

(Él, un galante varón; ella, una bellida sirena.)

A él lo enloquecen las voces que escucha
bajo el cielo grana de los lamentos;
es aquel el bermejo color infausto
que cubre el báratro con sus centellas.

(¡Plañidera vida de eternas desgracias! ¡Infortunios mortíferos sobre la perennidad de sus hojas!)

La luctuosa insania del amante
acaba con la corta vida de ella;
bravo el acuoso flujo rubescente.

(Brava la rutilante marea de flama.)

Unidos él y ella por la distancia,
del mal sempiterno, supervivientes;
aislados por siempre de su familia.

(Soñando un reencuentro efímero en la perpetuidad poética de sus quimeras; soñando un sueño imposible bajo la errónea sentencia.)

Notas finales

Agradezco enormemente a quien se haya tomado las molestias de haber leído hasta aquí. Personalmente, no creo que estas composiciones, por llamarlas de alguna forma, posean valor alguno ni que cumplan las exigencias que la literatura requiere; no obstante, como son parte de mi recorrido, y porque muchos de ellas las escribí en momentos cruciales de la vida, decidí compartirlas con todos aquellos a los que pudiera llegar a interesarles.

Si tienes alguna sugerencia o deseas conversar sobre este punto, si te ha llamado la atención alguno de los poemas o si sólo deseas relatarme tu experiencia leyéndolos, no dudes en ponerte en contacto conmigo.

Recuerda que también puedes seguirme en mis redes sociales.

Muchísimas gracias. 🌹