Una prenda por amor

Tal vez sea este mi poemario favorito, no tanto por lo que dice, que en verdad es vano en casi todo y mejorable al completo, sino a fuer de la ternura que me inspira al pensar en esos dos briboncillos que me animaron a escribir por vez primera nanas.
Índice

I. Téngote ora entre mis brazos mientras…
III. Ahí se encuentra la Luna…
IV. ¿Qué le acaece a mi niño?…
V. ¡Ay! Si hallárase en mis manos…
VI. De esta noche dulce entorno,…
VII. Bajo el destello de la ardiente esfera…
VIII. ¡Empero, qué bella es tu sonrisa!…
X. Jamás creíme tan cerca del cielo…
XI. Cuando te observo los males…
XII. En un bajel vive mi niño…
XIII. «Ve allá por los puentes, niña,…
XIV. ¡Ay, del pueblo el niño que se fue…
XV. ¿Cómo es que me miras tanto…
XVI. Metiéronle preso por la inquina…
XVII. «En un lugar de la Mancha»,…
XIX. Dicen que ha tiempo hubo aquí un donjuán…
XX. Del optimismo la viva imagen,…
XXIII. Yo sé que te extraña, cielo,…
XXIV. Soy consciente de que en esta vida…
XXV. ¡Qué increíble, tesoro, es la gente…
XXVI. Gustaríame hacerte, cariño,…
XXVII. No existe en el mundo alegría…
XXVIII. Decimos todos por todavía…

I

Téngote ora entre mis brazos mientras
con tristes ojos de terciopelo
en el lar de la Noche me observas.
¡No sabes cuánto desearía, cielo,
quitar por siempre de tu mirada,
por todavía de tus latidos,
la tal tristeza aterciopelada!
Y es que si yo pudiera, tesoro,
bajaríate las luces albas
de allá do residen los espíritus,
de allá do albérgase la existencia
y nos protegen nuestros ancestros.
Téngote aún en mis brazos mientras
con tristes ojos de terciopelo
en el lar de la Noche me observas.
¡No sabes cuánto desearía, cielo,
quitar por siempre de tu mirada,
por todavía de tus latidos,
la tal tristeza aterciopelada!
Y es que si yo pudiera, cariño,
haríate entrega de la Luna
por que rozaras el firmamento,
por que tus manos al fin sintieran,
cual yo, lo que es abrazar un astro.
Téngote aún en mis brazos mientras
con tristes ojos de terciopelo
en el lar de la Noche me observas.
¡No sabes cuánto desearía, cielo,
quitar por siempre de tu mirada,
por todavía de tus latidos,
la tal tristeza aterciopelada!
Y cuando parece que a lo menos
consigue sobre tus faces mi aria
de una sonrisa el tenue esbozo,
cierras de súbito las pupilas
y apodérase de ti el letargo.
Téngote ora entre mis brazos mientras
poco a poco te quedas dormido
en el lar de la Noche imperiosa.
¡No sabes cuánto me alegra, cielo,
haber quitado de tu mirada,
sentir ya no mora en tus latidos,
la tal tristeza aterciopelada!
II

Fiu, fiu… ¿Lo oyes?
Es el céfiro
de la noche
que en su seno
te guarece.
Glu… ¿Lo sientes?
Son las perlas
del relente
que patinan
por tus faces.
Sh… ¿Lo adviertes?
Es del llanto
la mudez
que tus ojos
ora visten.
¿Lo percibes?
Es del lema
los ribetes
que interpretan
el acorde.
III

Ahí se encuentra la Luna
entre ilusiones, luceros,
entre la mar de pintura
negra que se ve a lo lejos.
Y si al final te preguntas
de dónde vienen los brillos,
cuál es de la refulgencia
que prende el cielo el motivo,
dígote que hacen de cuna
por ayudar a los niños
que como tú se amedrentan
cuando es el paraje lóbrego.
Ahí se encuentra la Luna
entre ilusiones, luceros,
entre la mar de pintura
negra que se ve a lo lejos.
Y si al final te preguntas
de dónde vienen los brillos,
cuál es de la refulgencia
que prende el cielo el motivo,
dígote que entre tinieblas
rutila con fuerza el astro
por velarte en tus quimeras
cuando se te caen los ojos.
Ahí se encuentra la Luna
entre ilusiones, luceros,
entre la mar de pintura
negra que se ve a lo lejos.
Y si al final te preguntas
de dónde vienen los brillos,
cuál es de la refulgencia
que prende el cielo el motivo,
dígote que espantan bestias
en pesadillas y monstruos
que viven bajo las camas
por que tengas dulces sueños.
IV

¿Qué le acaece a mi niño?
¿Qué le pasa a mi bebé?
Es de noche y tiene sueño,
pero no alcanza a dormir.
Quiero ayudar a sus párpados
por que al fin logren soñar,
que proteja su alma el cielo
por que no duélase más
¿Qué le acaece a mi niño?
¿Qué le pasa a mi bebé?
Es de noche y tiene sueño,
pero no alcanza a dormir.
Quiero que oigan sus oídos
del aria el amor cantar,
que álcese triunfal mi son
en buena lid orquestal
¿Qué le acaece a mi niño?
¿Qué le pasa a mi bebé?
Es de noche y tiene sueño,
pero no alcanza a dormir.
Quiero que sienta el cariño
en mi corazón sonar
que conozcan sus latidos
que a él se pueden entregar
¿Ya entornas tus iris, lindo?
¿Notas los ojos caer?
¡Obvio! Hase esfumado el sol
y tú ya debes dormir.
V

¡Ay! Si hallárase en mis manos
del universo la fuerza
que guía en sones el tiempo,
desde luego escogería
el tenerte entre los brazos,
así cual te tengo ahora,
como principal objeto.
¡Ay! Si en la mente pudiera
guardar por siempre un momento
que los siglos trascendiera,
elegiría seguro
de ese rostro la sonrisa,
cual ora esbozan tus labios,
como recuerdo en la bóveda.
¡Ay! Si pidiérame el cielo
de la divina franqueza
en esta vida el reflejo,
claro es que le mostraría
la eterna luz de tus ojos,
cual prende ora entre las sombras,
como singular ejemplo.
¡Ay! Si un ángel requiriera
de la inocencia el concepto
tras descender de la gloria,
diríale por supuesto
que ahí do se halle una cuna,
cual ora en ella te dejo,
dormido lo encontrará.
VI

De esta noche dulce entorno,
pídote la primavera.
Primavera que al amparo
del rorro vas en su cuna,
pídote por él el viento
que arregla al gusto la alcoba.
Dulce aire de primavera
que entras en el aposento
del rorro que está en la cuna,
pídote por él los besos
que ofrécense en las mejillas
por que tenga afables sueños.
Beso que la primavera
dota a través de los vidrios
al rorro que está en la cuna,
por que tenga afables sueños,
en la flor de las mejillas,
pídote por él amparo,
la égida que el cielo otorga
más allá de sus luceros,
de lo arcano la custodia,
por que hállese siempre sano.
Refugio de primavera
que ilumina con sus rayos
desde la celeste bóveda,
cruzando por entre vidrios,
al rorro que está en la cuna,
que está en la cuna dormido,
tan dormidito en su alcoba,
por que hállese siempre sano,
pídote por él la dicha
que dibújase en los labios
y hace de la faz hermosa,
a veces sin desearlo,
incluso cuando se encuentra
de fatalidades cientos
cabalmente rodeada,
por que sepa su valor.
VII

Bajo el destello de la ardiente esfera
nos reunimos ambos para cantar
a tu padre bellas composiciones
que nuestras voces logren idear:
Deseó unirnos el cielo
como se juntan en la mar
los rayos a un mismo tiempo
por el querer reflejar
¡Y cuán hermosa querencia!
¿Pues no resulta el brillar
del astro sobre las aguas
al bello amor similar?
Bajo el destello de la ardiente esfera
nos reunimos ambos para cantar
a tu padre bellas composiciones
que nuestras voces logren idear:
Deseó unirnos el cielo
cual postrimero lugar,
do ríe el sol entre luz
por el querer entonar
¡Y cuán eterna querencia!
¿Pues no es cierto que al mirar
del ocaso la acuarela
crees que no vase a apagar?
Bajo el destello de la ardiente esfera
nos reunimos ambos para cantar
a tu padre bellas composiciones
que nuestras voces logren idear:
Deseó unirnos el cielo
igual que el son sobre el mar,
que al aire troca su ritmo
por el querer refrescar.
¡Y cuán sincera querencia!
¿O acaso puede burlar
con su roce la galerna
de nuestro amor singular?
Bajo el albo destello de Diana
ora dejamos ambos de cantar,
que parece tiene sueño tu padre;
ya ha acabado el cumple y hay que irse a acostar.
VIII

¡Empero, qué bella es tu sonrisa!
¡Cómo! ¿Te sonrojas? ¡Cuán afrenta!
No arreboles, cariño, las faces
por carecer tu boca de dientes,
ya que hállase henchida de franqueza.
¡Cómo! ¿Todavía te avergüenzas?
¿Pues no quisieran muchos adultos
ser en sus vidas amos y dueños
del gozo irrestricto que tú muestras?
¡Cómo! ¿Vistes tu puchero ahora?
¡Vaya que te cuesta comprender
que de entre toda risa existente
es la tuya la que más contagia!
¡Ah! ¿Date por sacarme la lengua?
¡Qué pillo! Ora que sabes lo mucho
que embriaga tu donaire al mundo
al mundo tu donaire desvelas.
¡Empero, qué bella es tu sonrisa!
Me alegra que por fin la disfrutes,
que a pesar de carecer de dientes
de tu vida al futuro sonrías.
IX

Testarudo, testarudo…
¡Vaya que eres testarudo!
Tienes hambre, mas no comes;
«no me gusta» es lo que dices.
Testarudo, testarudo…
¡Vaya que eres testarudo!
Hastiado estás, mas no juegas;
haces puchero y te enfadas,
luego me miras y espetas:
«Ese trasto no me gusta».
Testarudo, testarudo…
¡Vaya que eres testarudo!
Tienes sueño, mas no duermes
ni los párpados ocluyes;
sientes ganas de guateque
o a lo menos lo parece,
pues el cuerpo mucho mueves
y todo observar prefieres
por luego manifestarme:
«No me gustan estas pieles».
Testarudo, testarudo…
¡Vaya que eres testarudo!
Y mientras que a ti ni el baño
te gusta yo me pregunto:
«¿A quién diantre habrá salido?»
Por ahí se va tu padre;
¿qué profirió enantes de irse?
Testaruda, testaruda…
¡Vaya que eres testaruda!
Hácesme cambiar de ropa
sólamente porque alegas
que el estilo no te gusta.
X

Jamás creíme tan cerca del cielo
cual día en que descubrí sin quererlo
que hacíanse más hermosas mis noches,
pues que estaban alma y cuerpo aguaitándote.
Obró la bóveda en mí su milagro
y diome lo que la tierra no dio;
¡acaso pensase que merecía
librarme del martirio y de ternura
atestar mi vacío con su amor!
Y no obstante tenerte ante mis ojos
bien conozco que le cuesta a mi tez
fiar que tú has llegado a su alcance.
Quizá se encuentre aún mi alma en el limbo
y se opone a bajar del firmamento;
pues mientras mi cuerpo tu cuerpo sienta
figurareme ahí por todavía.
XI

Cuando te observo los males
todos de mi corazón
evanéscense en tropel,
cual si fueras la canción
que en los pensamientos suena
por hacer holgar el son
de la psique trastornada,
de aquella que busca amor.
Y es que da lo mismo si hállome
triste o si lloran mis ojos
de impotencia por la hiel,
si enojome de antuvión
o si tiemblo de zozobra,
pues es mirarte, cariño,
y vanse presto las penas;
pues es mirarte, tesoro,
y advierto cómo revive
súpitamente en mi cuerpo
la vida que arrebatáronme
los males de alrededor.
XII

En un bajel vive mi niño
siempre dispuesto a navegar;
sueña con que allá bajo el cielo
conoce por entero el mar.
Y vense tan grandes sus sueños
de infante próximo a estudiar
cuando los sueña despierto,
que su luz no quiere cerrar.
Él no entiende que ya habrá tiempo,
que es momento de descansar;
opta ser del ora testigo
y sentir el olor del mar.
En un bajel vive mi niño
siempre dispuesto a navegar;
sueña con que allá bajo el cielo
conoce por entero el mar.
Y a pesar de ser pequeñito,
pues ni el timón logra alcanzar,
son tan enormes sus deseos
que rompe el sueño en vendaval.
El día en que lleguen sus años
a los años propios de hablar,
miedo me da que sus impulsos
no acierte el cuerpo a doblegar.
En un bajel vive mi niño
siempre dispuesto a navegar;
sueña con que allá bajo el cielo
conoce por entero el mar.
Y aunque es notable su navío
pronto baladí se le hará;
pues vense sin duda sus sueños
grandes cual ansia de explorar.
Cuando ya no entren los deseos
en ese exorbitante hangar,
seguro cambiará el navío
por un gran islote en la mar.
En un bajel vive mi niño
siempre dispuesto a navegar;
sueña con que allá bajo el cielo
conoce por entero el mar.
Él no entiende que ya habrá tiempo,
que es momento de descansar;
opta ser del ora testigo
y sentir el olor del mar.
El día en que lleguen sus años
a los años propios de hablar,
miedo me da que sus impulsos
no acierte el cuerpo a doblegar.
Cuando ya no entren los deseos
en ese exorbitante hangar,
seguro cambiará el navío
por un gran islote en la mar.
XIII

«Ve allá por los puentes, niña,
por los puentes del Señor,
que danzando sobre el agua
hácese tu bien mayor.»
Tal canción me repetía,
repetíame el anciano
que por los parques vagaba
sin importar la estación:
«Ve allá por los puentes, niña,
por los puentes del Señor,
que danzando sobre el agua
hácese tu bien mayor.»
Ya sé que tú no recuerdas;
pero ibas entonces, cielo,
cuidado por la coraza
que fabrica el corazón.
Y así seguí de su ciencia
el tal musical consejo
pese a aquellos que cantaban
la merma de mi razón.
¡Ay, si en un punto supieran
esos cantares aciagos
que fue del viejo la ciencia
a sus saberes mejor!
¿Pues cómo reaccionarían
al conocer tales sabios
que de un vago la armonía
el tino siempre ostentó?
Y aunque sé tú no recuerdas
cómo conseguiste, cielo,
librarte de la coraza
que fabrica el corazón,
te asevero que mil lágrimas
cayéronse de tus ojos
desde el interior del alma
por aliviarte el dolor.
Al fin y al cabo en la vida,
y aquesto bien lo sé yo,
¡qué difícil nos resulta
soltar lo que tanto dio!
Mas después que de la cueva
salimos del interior,
¡qué bien en el cuerpo sienta
vivir lo que ahí soñó!
¡Sean celestes las vías
que conducen sobre ríos
hasta nosotros la vida,
pues que al fin tu alma salió!
Y fue así de tu llegada
tan grande la situación,
que del anciano en florestas
acuérdome siempre yo:
«Ve allá por los puentes, niña,
por los puentes del Señor,
que danzando sobre el agua
hácese tu bien mayor.»
XIV

¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que fue durante la guerra,
que se enfrentó a todos por igual.
Dicen que aunque era muy pequeñito
veíase cual grave jayán.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que fue al final de las letras
en el foro su postrer defensa.
Dicen que aunque eran parvas sus manos
cubrían con valor la tienda.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que no queríanlo en casa,
que era su refugio el tal lugar.
Dicen que aunque tenía seis años
que nos había leído más.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que no supo abrir novela
hasta que amparolo el de la tienda.
Dicen que aunque era muy viejecito
criolo cual padre de veras.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que entre cientos de líneas
llegó a enamorarse de una dama.
Dicen que aunque escondíanla lejos
era del reino la más hermosa.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que en cuanto dieron la alarma
corrió por hallarse con su amada.
Dicen que aunque escuchábanse tiros
él no detuvo sus trotes nunca.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que vio muerto al de la tienda,
que estaba en gran peligro el lugar.
Dicen que aunque apreciose el dolor
opacolo el coraje de su alma.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que oyose un nombre en la plaza
al son fatídico de las armas.
Dicen que aunque advirtieran los orcos
el príncipe luchó por su amada.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que cayó el pobre a la grava
por amor con un ramo de rosas.
Dicen que aunque en apariencia muerto
veíase en sus ojos vida.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que ante el acto divinal
tiraron los orcos sus antorchas.
Dicen que aunque eran los más malvados
negáronse a destruir la tienda.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
Dicen que cual héroe en la Iglesia
recibiolo la gente por igual.
Dicen que aunque no atisbó su fruto
enterráronle junto a su amada.
¡Ay, del pueblo el niño que se fue
por nunca a estas calles regresar!
¡Enfrentose a turbas por los débiles
e impidioles el saber quemar!
XV

¿Cómo es que me miras tanto
si tanto huye tu mirada?
¡Pareciera que tus ojos
pretenden desvelar mi alma!
¡Ah! Sumérgese en el rumbo
el rumbo de tu mirada
que va directe al arcano
por mis manos en custodia.
¿Te interesa su sentido?
¡Deja que te de una pista!:
es el mío un artefacto
que a todos confiere andanzas;
lances que atraviesa el cuerpo
y hacen resurgir el alma.
¿Así síguesme observando
cual gato algo nuevo observa?
¡Atiende ahora mis labios
por ver la siguiente pista!:
es aqueste un instrumento
que en vez de erigir las notas
ilustres de los conciertos;
lejos de tañer la escala
que seduce los oídos;
de los humanos la gloria,
el goce de los sentidos,
en lugar de tales músicas,
cual haría otro instrumento,
entona vida a las letras
y en la mente del insulso,
así sábase entre artistas,
ese espíritu perdido,
la imaginación, despierta.
¿Aún persisten tus ojos
en conocer lo que guardan
con tanta estima mis manos?
¿Quieres acaso otra pista?
¡Pues aquí está de tu estudio
la ansiada clave postrera!:
es aqueste mi secreto
un almacén de sapiencias,
ese mundo afín al nuestro
donde hállanse las ideas;
de saberes un conjunto
que aguarda desvelar mi alma,
que ansía abrir a tus ojos
lo que a tus ojos se oculta,
que ansía impeler del niño
la curiosidad innata.
¿Ora conoces lo que hablo?
¿Ora descubres mi incógnita?
¡Claro! Pues que eres tan listo
como listo era el poeta
compositor de los versos
que lee siempre mi boca.
Llámase mi joya libro
y ciega con sus palabras.
¿Te interesa el contenido?
¡Mejor vamos por pisadas!
XVI

Metiéronle preso por la inquina
y por la inquina de su prisión
escapose fingiendo quien no era,
fingiéndose muerto de antuvión
cuando el muerto era su amigo Faria.
Privole la trinidad en tanto
hallábase preso de su novia,
de su universo, y de la nación
convirtiéronle en antagonista.
En la isla que Faria le indicó
antes de fenecer en su celda,
pues solamente de él se fio,
halló el joven, ora transmutada
debido al tiempo que transcurrió
en hombre su pobre alba figura;
digo que allá el hombre se encontró
montones de dijes y monedas.
Diole, pues, un brinco el corazón
y volviose rico en la miseria;
de Conde la dignidad compró
e hízose identidades varias.
«Confiar y esperar», tal empleó
en su viaje todo como divisa;
tanto confió, tanto esperó,
que llevole abriles su venganza.
Allá en una centuria anterior
hízose célebre aquesta historia.
¿Quieres saber cómo terminó?
¡Te lo dirá mejor la novela!
XVII1

«En un lugar de la Mancha»,
así empieza y todos saben
cual el principio termina.
Aseveran sobre el héroe
de aquesta célebre historia
que por entero secósele
el cerebro tras dejar
la comida, tras leer
libros de caballería
sin ni siquiera ejercer
otra labor conocida.
De una Aldonza, profieren,
hízose su Dulcinea;
y así pudo hallar el héroe
de aquesta célebre historia
entre insulsos personajes
a su grande damisela,
a aquella que como andante
caballero con su vida
debía amparar por siempre
de terribles contingencias.
Conoció, o eso es lo que dicen,
de inmediato en Sancho Panza
al escudero impecable;
y aunque era de las paremias
un instruido, un amante,
se rumorea que el héroe
de aquesta célebre historia
al buen de Sancho pegole
en el broche su vesania.
Lucharon contra gigantes
y socorrieron a damas;
por la libertad hallábanse
dispuestos a dar la vida.
Y a la postre murió el héroe
de aquesta célebre historia
con la cordura flamante
entre murmullos y risas;
acabolo, o tal exponen,
el dolor de la verdad
que en la existencia reside:
y es que tienden las personas
a burlarse de todo hombre
que en su virtud irrestricta
quiera proteger al débil;
y es que tienden las personas
a destruir el brillante
que sobre el resto descolla,
a desmoronar la imagen
que tiénese en la cabeza
del buen caballero andante
debido a la insigne envidia;
por verse ellos incapaces
de hallar a su Dulcinea
y de contar en sus viajes
con alguien cual Sancho Panza.
Y ora que lo que ya sabes
helo dicho en poesía,
expulsando hesitaciones,
espoléote a ampliar
en tu saber horizontes
revisando la novela
que encierra al cabal al héroe
de aquesta célebre historia.
XVIII

Veíase en apariencia
cual genuino retrato
de la Virgen de la silla,
y como tal nunca supo
lo que es sentir en la boca
de un grande querer los labios.
La instruyeron por casarla,
y una vez halló marido
vivió entre perennes cuitas;
pues que no le transmitieron
las luces de su familia
lo que era ser por su esposo
en cuerpo y espíritu amada,
lo que era amar al amado
en físico y ser de esposa.
Llamábase aquesta Virgen
Santa Ozores, la regenta;
y era tan inexpugnable
que convirtiose en la meta
por motivos desiguales
de la ambición egoísta
en forma de dos varones.
En las calles de Vetusta
hablaban sólo los sones
del teatro que interpretaba
aquel cuarteto de amores:
«Por ahí alza sus enaguas
huyendo la Santa Ozores,
huyendo porque persíguela
el tándem que la pretende:
uno anhela de ella el alma,
el otro ansía la carne;
ninguno avideces ambas.
Y el marido que impusiéronle
parece que sólo la usa
por fingir lo que hace un hombre.»
En su corazón la Santa
desea de hecho ser madre;
mas cual nació la cuitada
entre un magno candor virgen,
hácese la tal quimera
por entero inalcanzable.
Y entre historias de honor mientras
aquel que dice ser hombre,
ser el amor de la Santa,
por todavía se pierde
en sus ancestrales hojas
soñando con un buen lance
por defender a su amada.
¡Ay del marido inocente
que allende su mundo ignora
el ansia de dos varones
por pretender a su Santa!
Y en las calles de Vetusta
aún hablaban los sones
del teatro que interpretaba
aquel cuarteto de amores:
«Por ahí alza sus enaguas
huyendo la Santa Ozores,
huyendo porque persíguela
el tándem que la pretende:
uno anhela de ella el alma,
el otro ansía la carne;
ninguno avideces ambas.
Y el marido que impusiéronle
parece que sólo la usa
por fingir lo que hace un hombre.»
Y aún siendo la Virgen Santa
no eran sus amigos tales;
pues que al final traicionáronla
por algo insignificante.
¿Quieres saber de esta historia
el famoso desenlace?
Prefiero que la novela
resulte de ello la artífice.
Y recuerda que en Vetusta
todavía hablan los sones
del teatro que en su día
aquel cuarteto de amores
interpretó cual tragedia
en el cuadro de las calles:
«Por ahí alza sus enaguas
huyendo la Santa Ozores,
huyendo porque persíguela
el tándem que la pretende:
uno anhela de ella el alma,
el otro ansía la carne;
ninguno avideces ambas.
Y el marido que impusiéronle
parece que sólo la usa
por fingir lo que hace un hombre.»
XIX

Dicen que ha tiempo hubo aquí un donjuán
muy poco común por su carácter;
pues que en tanto unos en la gehena
caían condenados por siempre,
mientras a otros Dios perdonaba
do el perdón resulta inalcanzable,
este Marqués, porque al cabal lo era,
tenía cual bureos axiales
el salirse siempre con la suya
y disfrutar de las transgresiones;
en vez de oír la suerte de su alma,
no obstante católico en talante,
inquietábanle las primaveras
por miedo a no atraer más mujeres.
Dícese de él que su belleza
por ser poca era muy prominente;
¡del todo terrible mezcolanza
en sus contiosas pugnas de amores!
Cuatro sonatas en sus memorias
cantó para acabar a la postre
gritando: «¡Viva la bagatela!»;
pues que era para él sonreír
del humano la mayor conquista.
Y entre aventuras tantas quedose
manco por una herida de bala;
pues que allende tenorio el Marqués,
cual Lope, era un activo en la guerra.
Del siglo de oro representante
por emplear la espada y la pluma;
¡en la anacronía de sus lances
el Marqués de Bradomín te espera!
XX

Del optimismo la viva imagen,
por todavía alegre y silbando
allá donde fuera sus canciones;
hallábanse en él siempre ocupados
el cuerpo y el corazón en mujeres,
pues que trataba de ver en sueños,
entre Dulcineas, a la joven
por la que terminarían todos
sin duda apeteciendo su suerte,
por la que acabarían gustando
de su entendimiento el renacer.
Vestía este andante caballero
en su alma de Sebastián el nombre;
y si es cierto que viajaba mucho,
encontrola en el sitio de siempre
a través del usual reflejo:
allá asomada en los ventanales
distinguíase a la que en esposo
íbalo a transfigurar más tarde,
más presto, en el altar deseado;
llamábase la moña Isabel
y vivía encerrada en su cuarto,
ya que ponerse al cabal en pie
suponíale todo un suplicio.
Tan hermosa era, tan inocente
sin nunca ver allende su mundo
la vida que el exterior esconde,
que advirtió Sebastián en el pecho
la imagen de su esposa al instante;
así las almas por siempre unieron
jurándose cariño en el viaje,
una odisea que antes de tiempo
daría con un término triste.
¡Ay, la moña que apena oteó
del cosmos la bóveda celeste
hacia ella de inmediato subió!
Ascendió hecho su espíritu un ángel
por brindar desde el cielo a su esposo
una estrella que lo salvaguarde.
No empeciente de haberla perdido
en la tierra cuando a punto hallábase
de ocurrir de la vida el milagro,
manteníase el marido siempre
con la mirada brillosa siendo
del optimismo la viva imagen,
por todavía alegre y silbando
allá donde fuera sus canciones;
y referíale el viaje en tanto
a su estrella con papel y lápiz
por que viera que con el transcurso
del tiempo, aun estando distantes,
esos cariños que se juraron
entre latidos crecen y crecen.
¿Quieres saber más sobre el relato
de Sebastián y su amor sublime?
La casa con goteras oculto
entre atrayentes hojas lo tiene.
XXI

Divinal inocencia,
inocencia sin nombre,
te enamoraste de ella
pero aún no lo sabes;
y porque abriste tu alma
a un gitano farsante,
tu interior a la vida
de por vida ocultaste.
Junto a tus marionetas,
aquellas que heredaste,
muñecos de madera
que hácense a los sentires
de esos ojos que observan
al cabal más reales,
más reales que estampas
en principio de carne,
en el teatro tocas
la canción que no oíste;
esa vida soñada
que tú jamás viviste,
que nunca vivirás.
Ay, pobre, pobre, pobre...
¡Pobre de Ilé Eroriak!
Que allá en su Oiquixia triste,
entre hilos de muñecas
de los que el mundo olvídase,
bajo el tenor del guía
se cantan sus pesares:
«Divinal inocencia,
inocencia sin nombre,
te enamoraste de ella
pero aún no lo sabes;
y porque abriste tu alma
a un gitano farsante,
tu interior a la vida
de por vida ocultaste.»
No viéronse pupilas
a esas las de ella iguales;
pues aunque las dos pardas,
era una más brillante
y la otra tenebrosa.
Quizá lo diferente
atrajo a la inocencia;
acaso lo inocente
trató a la diferencia
y en tal duelo rindiose;
tal vez de su mirada
el beso despertole
en el pecho la música
del amor ya enantes
de saber su existencia,
una existencia que él
nunca conocería.
Ay, pobre, pobre, pobre...
¡Pobre de Ilé Eroriak!
Que allá en su Oiquixia triste,
mano con la enseñanza,
guarecido entre títeres,
siempre sobre la escena
el mismo son escúchase:
«Divinal inocencia,
inocencia sin nombre,
te enamoraste de ella
pero aún no lo sabes;
y porque abriste tu alma
a un gitano farsante,
tu interior a la vida
de por vida ocultaste.»
Vivir mil aventuras
en la mar prometiote
el que de una insigne isla
dijo ser el siguiente
por regir en la lista;
y al fin de él obtuviste
de tu querer la pérdida,
la madurez de golpe
y la mayor de todas
las caricias dolientes
en tu piel recibidas.
Ay, pobre, pobre, pobre...
¡Pobre de Ilé Eroriak!
Que allá en su Oiquixia triste
las mujeres Antía
diseminan embustes
sobre él y la cordura;
que allá en su Oiquixia triste
sólo las marionetas
perdidas entre estantes
recítanse la historia
que encierra sus verdades:
«Divinal inocencia,
inocencia sin nombre,
te enamoraste de ella
pero aún no lo sabes;
y porque abriste tu alma
a un gitano farsante,
tu interior a la vida
de por vida ocultaste.»
Y sólo tú atisbabas
allá en el horizonte
do se pierden las aguas
caballos de colores
que desde el fondo te hablan;
y sólo tú entre nubes
los escarnios oías
al compás de sus bailes;
sólo tú, la inocencia,
hasta que presentose
en la margen acuática
de improviso la muerte
de la que sin siquiera
saberlo, en tu alma simple,
con gran frenesí amabas.
Ay, pobre, pobre, pobre...
¡Pobre de Ilé Eroriak!
Que allá en su Oiquixia triste
ocúltase esta historia
por aquellos metiches
que ansíen conocerla:
«Divinal inocencia,
inocencia sin nombre,
te enamoraste de ella
pero aún no lo sabes;
y porque abriste tu alma
a un gitano farsante,
tu interior a la vida
de por vida ocultaste.»
XXII

Mírasme con sensación
siempre de afligida culpa
nomás notar de mi cuerpo
la cicatriz de tu historia.
Mas tórnase de antuvión
tu tal dolor en sorpresa
en cuanto yo te asevero
que es mi cicatriz hermosa.
Lo creas o no, cariño,
enantes que tú nacieras
fui, hace bastantes años,
yo también una chiquilla,
y cual tú viví el camino
de aquesta mi propia historia:
caíame en solitario
y fueron las veces muchas
que lesioneme el tobillo;
reíanse de la escuela,
muy crueles, mis compañeros,
pues decían que era rara,
que veíame cual chico
y que de buena era zonza.
«¡Se acerca por el pasillo
aquel mujombre que no habla!»,
bisbiseaban los niños
apenas advertir mi sombra.
«Profiere el runrún que tanto
en el suelo se lastima
porque ni su propio cuerpo
vese capaz de aguantarla.»
Mas continuó mi espíritu
creciendo pese a las risas;
y tal fue el tiempo mediado,
que pasé a la adolescencia
sin ni siquiera apreciarlo.
Volvime al cabal estúpida
y empecé a dañar mis brazos
por creerme de la vida
un mal ruin e indeseado;
rodeéme de personas
que a veces sin quererlo
originábanle a mi alma
un incesante plañido,
y tanto dolor causaban
que incrementó con su daño
el odio que me tenía.
Los runrunes de los niños
quedáronse al fin en nada
ante la falaz sinhueso
de aquellos que entre promesas
decían ser mis amigos;
y en la adición de la hablilla
también aumentó mi daño.
Por corromper no restaba
ya más refugio en mis brazos,
y empecé a considerar
los astros del firmamento
como refugio de mi alma.
Mas a la postre quedaron
de esas mientes las cadenas
fracturadas por entero
con la inesperable escena,
con la pronta aparición,
de tu padre en mis quimeras;
y tú remataste, cielo,
su labor con tu presencia.
¿Comprendes por qué el dolor
ha de ser inane en tu ánima?
Porque mientras en lo antaño
son símbolos estas marcas
del daño y de la vergüenza,
la tuya en mi piel denota
la vida y el sacrificio,
la evolución y la lucha,
la esperanza en el futuro.
Porque estaría dispuesta
a esbozar en mí tu signo
las veces que hicieran falta
por tenerte entre mis brazos
aun viendo todo en contra.
¿Miento al afirmar, acaso,
que entre las señales todas,
que entre los clamores tantos,
es mi cicatriz hermosa?
XXIII

Yo sé que te extraña, cielo,
que ya no se vean héroes
en este egoísta mundo,
que los artistas se esfumen
por zotes sustituirlos;
pues que ya no hay superhombres
que recuperen el bolso
de una viejecita en bretes,
ni allá do reinan los libros
coetáneo Cervantes.
Y afírmote que no aspiro
fingirme intelectualoide,
mas hubo un tiempo pretérito
en el que eran el coraje
y el más insigne heroísmo
del respeto las razones;
y a día de hoy, con todo esto,
lo que se estila entre jóvenes
y en ocasiones adultos,
eternos adolescentes,
es ser víctima y tarado.
Y en cuanto un tanto te esboces
de la existencia sufrido;
cuanto más lelo te muestres
a las pupilas del mundo,
con más notoriedad te haces
en esta tierra de insípidos.
XXIV

Soy consciente de que en esta vida
va a serme por entero imposible
impedir que en tu camino caigas;
es más, anímote a cometer
errores y a caer por tu cuenta
propia, pues sólo así uno aprehende
lo que es levantarse y reanudar
la marcha. Mas si está en mi poder
advertirte de mis muchas faltas,
pues te asevero que fui zoquete
e incurrí en memeces de las que ora
me arrepiento hasta donde es posible,
prefiero por mucho relatártelas,
aunque al fin no tan lista me pienses,
por que de mis errores aprendas;
y es que si es cierto que entorpecer
los obstáculos de tu vereda
resulta una misión inviable,
a lo menos que tus pisaduras
con tales obstáculos tropiecen
por crearte singular historia,
por caer entre yerros flamantes.
XXV

¡Qué increíble, tesoro, es la gente
que mora en este mundo hoy en día!
De nada tienen la culpa y dicen
ser de todos los sucesos victimas.
Yo creo que mi deber de madre
es educarte para que aprendas
que allá donde tus pasos te lleven
cada acto tiene sus consecuencias.
Responsabilidad es el nombre
de esta lección insigne y olvidada;
y si quieres, cielo, poseer
un alma de las que ya no quedan,
analiza mejor el paraje
do muévense a voluntad tus obras
en vez de revelar tu mente
a aquellos por los que tú no importas,
falsas personas condescendientes
que enseguida te darán la espalda.
Analiza mejor el paraje,
en resumen, por que lo comprendas,
y halla de tus actos los errores
en lugar de echar siempre la culpa
a los perpetuos ficticios óbices
haciéndote frente a otros la víctima;
pues que al final todos somos de alguien
el peor malfechor en su historia,
tal y como escribió aquese célebre
italiano de consejo en forma
varios siglos atrás a su príncipe.
Mas en el sendero de la vida
dígote yo que el más memorable
villano de tu entorno no seas;
sino un sabio que de sus errores
aprende por que no se repitan.
XXVI

Gustaríame hacerte, cariño,
comprender que aunque algo esté de moda
no significa que sea bueno;
y ahí se encuentra ante tus pupilas
el paradigma de lo que digo:
modales que ruborizarían
hasta a las harpías de los cuentos.
¿Acaso hoy se conocen las formas
de ese decente comportamiento
que llevonos ha siglos a la cima,
al auge en cultura y entendimiento
de la civilización humana?
¡Ya no hay por las calles besamanos
ni se conceden los buenos días!;
¡ya no existen hombres masculinos
ni se ve a las mujeres hermosas!
¿Y dónde queda aquel caballero
que por proteger a su Oriana
del agua que hacen saltar los autos
colócase al margen de la acera?
¿Dónde están el gabán y el sombrero?;
¿dónde se encuentra la poesía?
Todo es hoy infame materialismo,
fealdad, embustes y bajezas;
y aunque sea el porte llamativo,
dentro es gente por entero hueca:
píntanse para verse distintos
y exceden su ser con etiquetas;
mas al final se van con los vientos
de un sonido como otro cualquiera;
a la postre escóndense entre el eco
de identidades prefabricadas.
¿Dónde se hallan los humildes sabios
que admiten en algo su ignorancia?
¿Dónde se encuentran los matrimonios
que aspiran a tener descendencia?
¿Dónde queda el compromiso hacia otro?
¿Dónde el sentido de la lealtad?
Todo hoy se banaliza en el mundo
y hase extraviado en las palabras
el alcance que les daba su hado;
lo complicado se simplifica,
y de tanto repetir «abuso»
ya no existe aquí abuso que valga;
cuando hablan de derechos humanos
se los aplican sólo al que afrenta;
afirman ser revolucionarios
mientras hacen caso a los de arriba;
dicen tener mejor pensamiento,
pero siempre van contra la vida;
presumen ser grandes individuos,
bondadosas divinales almas,
mas no muestran saber de los modos
que danse en el pueblo la lectura.
¿Dónde está de la risa el esbozo?
¿Dónde queda el son de la alegría,
del bueno talante sin complejos?
¿Dónde se halla el recibir a todos
con el entusiasmo en las mejillas?
Prefieren poner cara de malos,
ser cual tales y excusar sus formas
con las experiencias del pasado.
Espero haber logrado que tu alma,
que tu saber de infante, tesoro,
chanele que aunque algo esté de moda
no significa que sea bueno,
que aunque algo haya perdido su usanza
no significa que sea malo.
XXVII

No existe en el mundo alegría
que se asemeje a la tal que siento
cuando obsérvote por entre perlas
comer la ambrosía de mi aliento,
y en más valor mi alborozo aumenta
después de haber padecido tanto;
padecimientos que al fin la pena
por saberte sano merecieron,
por verte alegre durmiendo en calma
cual véote ora sobre mi busto.
Fuéronse ese dolor y las grietas
nomás dijéronme que de mi hálito
podías alimentarte mera
como yo del aire me alimento.
Y en el caso de que algún cotilla
hallárase de saber ansioso
si de nuevo por la tal dolencia
se encontraría a vivir dispuesto
ese espíritu que ya viviola,
un contundente sí les respondo
enantes que pregunte su boca.
¿Conmutar de Dios el femenino
presente por terrestres viandas,
por al fin desfavorable plato
que el hombre a fuer de paliar la vida
creó por eliminar trabajo
y sus deberes cual consecuencia?
Muchas gracias, pero no por cierto.
Cada vez vámonos más en búsqueda
de aquese absurdo divertimiento
que el sendero despejado otorga,
instantes que con la voz en alto,
horrible composición impuesta,
se esfuerzan por que el aburrimiento
váyase al cabal de la tierra;
y si en pugna con el tiempo muerto
dámosnos en exceso importancia,
cómo íbamos a temer llevarnos
al más inocente cual secuela
de los tales egoístas actos.
Yo opto de nuevo por la alegría
que allende lo perceptible siento
cuando obsérvote por entre perlas
comer la ambrosía de mi aliento,
por que aumente el valor de mi dicha
después de haber padecido tanto;
padecimientos que al fin la pena
merecen por saberte robusto,
por verte alegre durmiendo en calma
cual véote ora sobre mi busto.
En verdad danme los otros pena
porque no conocen lo que siento.
Así digo que si algún cotilla
hallárase de saber ansioso
si de nuevo por la tal dolencia
se encontraría a vivir dispuesto
ese espíritu que ya viviola,
un contundente sí les respondo
enantes que pregunte su boca.
XXVIII

Decimos todos por todavía
que nunca se presenta un milagro,
cuando hállase ante nos cada día
el que es de luego el más hermoso:
La vida. ¿O acaso no se enamora
del hombre el alma una vez sus ojos
los ojos de su fruto contemplan?
¡Aquel que supónese perdido
restaura en su pecho la esperanza!
Cree el universo desde hace tiempo
que triste no lucen sus estrellas,
cuando aquí bajo este firmamento
las estrellas lucen en sus cunas.
¿O acaso no nos tornamos ciegos
cada vez que vemos de la infancia
a la vera del cauce el reflejo?
¡Aquel que va a anegarse en las aguas
busca respirar su aire al momento!
Quéjanse muchos de que la bóveda
ya no deja bajar a sus Santos,
cuando bríndasenos en la tierra
Santos que bajan por consolarnos.
¿O acaso no esfúmanse las perlas
nada más advertir del cariño
sobre el sacro candor la sonrisa?
¡Aquel que creyose en el infierno
asciende al edén de las Marías!
¿Ven cómo hay aún al cabal milagros?
Notas finales

Muchas gracias por haberme acompañado a través de las notas que coloqué, aun a voleo en ocasiones, sobre el pentagrama materno; y aunque casi todas estas composiciones están pensadas para mis hijos, nada me haría más ilusión que poder aligerarle el día, o quizá la noche, a otros niños.
Si alguno de estos poemas os ha ayudado a ti y a tu pequeño a conciliar el sueño o si simplemente deseas compartirme una de tantas vivencias parentales, no dudes en ponerte en contacto conmigo. Estaré encantada de leerte.
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De nuevo, gracias de corazón. 🌹
Comentarios de la autora

- Escribí a la sazón el poema para adentrar a mis hijos en la obra de Cervantes; y ahora que ha transcurrido un tiempo, bien conozco que no lo hice como es debido y que estos versos pueden dar lugar a malas interpretaciones. No los quito de Una prenda por amor porque eliminar el pasado es por entero imposible, como pelear contra gigantes, pero a lo menos puedo advertir sobre él para que se vean los molinos.